Texto de Matías Néspolo para la presentación de El astronauta nudista (19/06/20)

Presentación sin título de El astronauta nudista de Aleko Capilouto (si lo tuviera acaso sería “A patadas con la presentación”, “Ponga un astronauta tecnicolor en su vida” o “Gran Oliverio que estás en los cielos”).

 

Hay días en que yo no soy más que una patada, únicamente una patada.

¿Pasa una motocicleta? ¡Gol!… en la ventana de un quinto piso. ¿Se detiene una calva?… Allá va por el aire hasta ensartarse en algún pararrayos…

            Sí, así es…

            Al traste con las flores artificiales, los mingitorios, el bicarbonato, los maniquíes, las obras de salubridad. A patadas con los gasómetros y los arcos voltáicos, a patadas con el cuerpo de bomberos y el agua de las aceitunas… Cooperativas de consumo, fábricas de calzado, presentaciones de libros disueltas de una sola patada. 

Échale la culpa, si quieres, a la pandemia, o quizá sea mi congénita misantropía que ha engordado lo suyo durante el confinamiento, pero hoy no soy más que una patada. Y a patadas me pregunto, ¿por qué me toca a mí siempre la parte más pendante del asunto? Bueno, la verdad es que nadie me dijo que me tocaba esa parte del guión, pero, ¡a patadas!,  la acepto por defecto. Y al traste también con la improvisación, porque hoy escribo un texto a las patadas. Preferiría morir antes que renunciar a que los faroles (y los astronautas, añado aquí) describan una trayectoria de cohete y caigan, patas arriba, entre los brazos de los árboles.

            ¿Y cómo voy a hacerlo? Pues a la manera del astronauta; sobre el trapecio con un triple salto mortal. Sí, letal… Bifocal, inaugural y fecal. ¿A que presento un libro comentando sólo una perdida e irrelevante nota a pie de página y un nombre aislado en los agradecimientos finales? ¿Que no puedo con esa pirueta? Ahora vas a ver, y a las patadas, porque en pedantería no me gana nadie, sea dicho.

            En realidad me puse a las patadas con mis neuronas, tratando de encontrar algo inteligente (y pedante) que decir sobre este libro inaugural. Y como no lo encontré, aunque las pateé con fuerza y disfruté muchísimo (de las patadas y de la lectura, digo), es que hago esta pirueta. Soy de la teoría de que la buena literatura, los buenos textos siempre saben mucho más que el autor. Son más inteligentes que quien los escribe, y no hablar de quien los comenta, glosa o simplemente presenta. ¿Por qué? Porque es la inteligencia del lenguaje, la sabiduría de la lengua la que habla a través de ellos. Y si de algo rebosan los textos misceláneos contenidos en El astronauta nudista es inteligencia, ingenio, astucia, humor ladino, reveladora e inesperada lucidez…

            ¿Cómo iba a encontrar algo inteligente que no dijera ya, mejor y más bonito, el astronauta?

            De hecho no soy capaz de discernir ni siquiera la naturaleza del libro que estoy presentando. ¿Es un Libro de artista, en el sentido de los artistas plásticos? ¿Es una bitácora de un viaje sideral y estético? ¿El diario de gira de un músico por las carreteras de la vida? ¿La autobiografía de un astronauta en pelota picada y sin un atisbo de pudor? ¿Es una novela de viajes, de aventuras, de amor, a la vez que psicodélica y sin ficción? ¿Es una suerte de educación sentimental, intelectual, musical, sexual y tal y tal? ¿Se trata de un logradísimo y ajustado ejercicio de rescritura, ensamblaje y puesta a punto de textos poéticos de distinta factura y condición?

            Quizá el periplo del astronauta nudista sea todo eso y algo más fulgurante. Algo más, que sólo la inteligencia de los mismos textos es capaz de entrever, no la mía, ni siquiera la del viajero del espacio que los escribe. Y eso es lo que revela entre líneas, por ejemplo, en una perdida nota al pie de la página 41. Nota desde el futuro. Final de “Cantando bajo la tinta”. Leo.

(…)

            Plena confianza en la ciencia y una fe ciega. Y si ella con sus estudios y test dictamina que Dubboy, el astronauta del frío, no es daltónico, pues no lo es y punto. Tengo unos cuantos amigos daltónicos, sin ir más lejos uno que es muy buen escritor también, Martín Lombardo, y si algo sé de los daltónicos es que no discriminan todos los colores o, lo que es lo mismo, que ven menos colores que los demás. Pero sabe Dios qué ven los daltónicos, o qué ven los ojos normales o qué veo yo, porque ese es el gran enigma filosófico de fondo, la cosa en sí kantiana, lo incognocible e intransferible, lo que está más allá de nuestra percepción… ¿Vemos el mismo rojo o algo que sea rojo más allá de la palabra rojo cuando decimos rojo? En fin, eso. Que nunca sabemos en realidad lo que vemos, ni siquiera si vemos lo mismo.

            Pero lo cierto es que nada dice la ciencia de los discutidores que ven más colores, u otros colores que muchos no ven, colores con otros nombre y otros matices, como Dubboy.

Y me pregunto: ¿Si El astronauta nudista fuera en realidad un tratado de óptica avanzado?  ¿O quizá un ameno y revelador libro práctico? ¿Una suerte de manual de autoayuda para los ciegos monocromáticos que nos levantamos un buen día a las patadas y con serios problemas para percibir un mundo por fuera de la escala de grises? Y cuidado, que hay muchas clases de ceguera; aquí un texto sobre unos parroquianos en un bar y otro sobre un lagarto y unos timburones lo explican muy bien.

¿Y por qué pongo el acento en la paleta de colores con la que pintan el mundo los ojos viajeros del astronauta? Porque no es una casualidad. Dubboy, el astronauta, resulta que además de poeta, letrista, y creador en múltiples disciplinas, es además músico y compositor. Y si de algo sabe, y mucho, el astronauta (Dubboy o Aleko, es igual) es de cromatismos y coloraturas dodecafónicas. Su trabajo con la palabra es esencialmente musical, asentado sobre las tres patas de la música: ritmo, armonía y melodía.

            Sospecho que toda su actividad creativa, no importa el medio técnico o la disciplina, persigue el  mismo fin: revelarnos los colores insospechados de un mundo que no vemos. Esas actividades múltiples que el narrador llama aquí peyorativamente “artisteo”, pero que yo llamaría con justicia como los antiguos: poiesis, porque el astronauta es un ser en tecnicolor “capaz de encontrar poesía en una mancha de humedad”, y cito aquí al sosías de carne y hueso en una entrevista.

            Y bueno, no quiero ser pesado, porque llevo rato hablando sólo de una nota a pie de página. Y la pirueta ya está hecha, o casi. Porque en realidad el psciodélico viaje cromático del astronauta sólo se entiende en puridad cuando nos damos cuenta de que es de naturaleza poética (es decir, lingüística y formal). Es un viaje en tecnicolor, pero de palabras, con palabras y sobre las palabras. Lo que quiero decir es que la cápsula espacial del astronauta viaja a propulsión de aliteraciones, asociaciones inesperadas, yuxtaposiciones, “ripios baratos” (las comillas son suyas) y demás imágenes poéticas. Y así nos lleva muy lejos, con una música hecha de cromatismos y coloraturas muy particular. Una música que… ¿cómo explicarlo?

A ver, yo tengo especial debilidad por César Vallejo y es algo así, pero con otro portento. El grado cero de este tipo especial de música en lengua castellana, el Arnold Schoenberg, digamos, de esta música poética es otro. Hay muchos nombre propios en El astronauta nudista, desde Manu Chao a Albert Einstein, pero uno que devela el grado cero de su música. Y está ahí escondido en los sinceros agradecimientos finales, entre los Beatles, Lou Reed y Modigliani, y tiene la fuerza de un tributo genuino. Es el autor de Espantapájaros. Al alcance de todos. Oliverio Girondo.

            Toda la vida tiene música hoy, decía el flaco Spinetta. Y el astronauta, no sólo nos advierte que también tiene colores, sino que nos enseña a mirarlos.

            Y como hay días en que yo no soy más que una patada, de una patada con los grises, incluso los de gorra y uniforme, cierro esta presentación y aquí lo dejo. Muchas gracias.

 

(Texto escrito y leído por Matías Néspolo en la presentación de «El astronauta nudista» de Aleko Capilouto el 19/06/20 en Inusual Project, Barcelona.)

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