El año que simulé trabajar (fragmento, de El astronauta nudista, Trampa ediciones, 2020)

(…) Se abre la puerta y entra una mujer. Deja el paraguas chorreando en un rincón y se sienta. Lleva un vestido del mismo color que decora sus labios, y del mismo tono también es el pañuelo que cubre su cabeza. No le queda redundante. Es más: le queda bien. Habla por teléfono. De pronto sonríe y coreográficamente sale el sol, asomándose entre las nubes, orgulloso. Entonces nos invaden los rayos radiantes a través de las ventanas del bar y producen un efecto óptico-épico: Una copa vacía y solitaria que se aburre sobre una de las mesas que nos separan se transforma en una sombra de silueta luminosa tatuada sobre su pecho. Miro a mi alrededor buscando testigos. No los hay. Me gustaría que al menos lo supiera ella. También me gustaría ser un fotógrafo, cámara en mano, y disparar y capturar el instante. Me gustaría todo eso y más, pero rápidamente dejo de pensar en lo que no tengo y me entrego a este momento-regalo. ¿Todo es poesía? Todo está a la vista. (…)

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